LA LUZ
PERIODICO LITERARIO, CIENTIFICO, ECONOMICO Y DE NOTICIAS
HOLGUIN, 20 de Julio de 1862. Domingo
Año 1. No. 16
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FOLLETIN
COMPADRES Y COMADRES
Dificilillo de tratar es el asunto porque los tales y las tales es grano que abunda en esta tierra de gracia y temo que venga a requerirme por momentos alguno o alguna de ellas; pero como dije en profesión de fe ánimo longo et exeltiore y por consiguiente, adelante… Quemaré mis naves como hace cuatro siglos lo verificó en el país de Moctezuma, el héroe hispano de Medellín y así no tendré más remedio que dar libertad a la pluma y prepararme a la defensa de los mil y un pellizcos que me darían de buena gana, si pudiesen, los espiritualmente emparentados mediante el grito quejumbroso de un infante o la gritería descompasada de alguna futura plañidera.
Los compadres con el mero hecho de serlo, son hombres graves, acompasados, matemáticos, disfrutan algo de la exactitud del compás y de la invariabilidad de puntos de la línea recta, por cuyas poderosas razones acostumbran a tener entre sí toda clase de miramientos y cumplidos, faltando nada más que algunas veces a la exactitud y un poco, aunque no siempre, a la amistad que debe haber inter ipsos por razón del santo vínculo que los une… Sin embargo, como según los pesimistas (y en este pueblo hay muchos), todo en el mundo degenera, empezando por las afecciones del alma, no faltan compadres partidarios decididos de Prudhon y de Louis Blanc, que se dejan correr y tratan de taparse con la capa del compadre… algunos se envuelven tan bien en ella que pillan bajo los undosos pliegues de su esclavina al ahijado, a la bolsa y hasta a… la misma comadre, si se descuida, viniendo en estos casos a parar el compadrazgo en lo del rosario de la aurora. Pero no es esto lo común y sí que se trabe estrechísima amistad entre el padre y el padrino hasta el punto de dejar a un lado el nombre de pila y hasta el dulce título de hermano para cambiarlo por el más retumbante y campanudo de compadre.
Sin embargo, las mujeres son las que hacen más abuso del comadrazgo, pues lo toman con anticipación, comadreándose desde antes que salga a luz el nuevo hijo de Adán; la cofaina de la parturienta, el lavatorio del niño, el atol, el caldo, la jigüera y el chocolate son cosas que indispensablemente le corresponden por ley a la elegida para madrina, que ufana con su misión y rebosando de contento, se multiplica hasta lo infinito en obsequio de la que ha tenido la suerte de hacer efectiva su libranza. Pero tantos apuros, tantos servicios, tantos desvelos, son después pagados con usura por las mil incomodidades y exigencias de las comadres entre sí… no hay batea, güiro, anafe, escalera, leche, carbón, hilo, mondongo y otras mil menudencias, que no se pidan recíprocamente como servicio mutuo. Ahí va un ejemplo:
“–Negrita, anda ve y dile a mi comadre que me preste una cofaina, jabón y un paño de manos, que tengo alojado en casa a mi compadre Don Caín… y que me envíe, además, un poco de café en polvo, orégano, el trapo de la cocina y el almirez y que si me puede mandar las dos pesetas que le presté el año pasado”.
Sin embargo, donde las comadres depositan todos los tesoros de su intimidad es en el trato familiar, en sus conversaciones entre ellas. Ahí dejan de ser comadres para convertirse en comadrejas del prójimo y de sí mismas si se las aprieta mucho:
“–¿Es verdad, comadre Malvas, lo que dicen, que la vecina está en relaciones con el tendero de la esquina, aprovechando la ausencia de su marido?
“–Yo no lo sé, pero así se dice y también que zutanita, la del frente, sale a pasear a media, noche por noche con Teófilo y que la mojigata de Ambarina se casó por interés con Don Basilio; pero todo esto a mí no me consta, lo digo porque así lo dicen y así se dice”.
En fin, sería el cuento de nunca acabar si se tratara de continuar desentrañando el carácter de ciertas comadres y también de ciertos compadres; pero se cansa ya la pluma de correr por entre el lodo y el cieno de tanto abuso y trata, pugna por cambiar de escena, haciendo en conclusión y a fuer de imparcial, el merecido elogio de los que comprendiendo el verdadero significado del parentesco espiritual, que contraen entre sí, se dispensan mutuamente toda clase de servicios, pero desinteresados, puros como el sacramento del bautismo, que constituye el lazo de unión entre ellos.
La religión del divino Siervo del Señor, que ha hermanado en la gran familia cristiana a la mayor parte del mundo civilizado, prodiga siempre en unir y estrechar con sagrados vínculos a los hombres, instituyó por medio del bautismo el padrinazgo, que como se ve, no puede tener un origen más santo ni un fin más en armonía con la caridad evangélica. En defecto del padre, está obligado el padrino a tender su protección sobre el ahijado, y el que así lo hace, el que lleno de abnegación, de desinterés y de celo por la causa de la humanidad, así lo ejecuta, se merece bien a los ojos de Dios, que desde las alturas contempla la conciencia de todos y merece también el justo elogio de sus semejantes, sin temor de que (una línea deteriorada) alguna; pues que ésta solo se encamina a corregir los abusos y por consiguiente a los que abusan.
En la elección de los compadres es donde está el quid de la dificultad. Escójanse pues, para serlo, personas dotadas de buen sentido, de sanos principios y de moralidad reconocida y no se experimentarán más de cuatro decepciones, que son la deshonra del divino sacramento. Y con este concluyo el artículo, pidiendo indulgencia para la pluma del crítico, que a nadie en particular ataca, a nadie se dirige, llevando tan solo por objeto de que se espiritualice un poco más el compadrazgo, oponiéndose los interesados a que degenere en el sensual y chocarrero materialismo a que ha llegado en algunas ocasiones.
SANTA-LUZ
(Seudónimo de Antonio Jose Nápoles Fajardo)
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