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martes, 23 de agosto de 2016

La prostitución clandestina en Holguín



Los repetidos escándalos que a diario se registran en la ciudad, con su apéndice de disparos y puñaladas, amén de escandalosas orgías con notable detrimento de la moral y buenas costumbres de nuestra sociedad, reconocen como única causa la prostitución clandestina que se tolera, barrenando las disposiciones que encausan una buena marcha en el orden social a que hasta ahora estábamos acostumbrados y cuya ausencia se viene notando por negligencia, apatía o indiferencia de los llamados a llenar cumplidamente sus deberes, ignorantes, tal vez, del grave peligro a que se expone la incauta juventud, que ávida de placeres, corre desasentada a esos centros de corrupción para legar a las familias en nuevas generaciones, la sífilis, veneno que corroe el organismo hasta degenerar en asquerosa lepra.

Esa tolerancia fue motivo de disparos de armas de fuego que llevó a la cárcel a Ramón Coira hace poco; esa misma tolerancia hizo ha, culminara con cinco puñaladas que a Coira fueron inferidas en plena calle; esa tolerancia es margen para que nos visiten de otros pueblos, prostitutas cuyo estado sanitario se desconoce y que importan el virus blenorrágico y sifilítico, cuyos casos no son desconocidos; esa tolerancia injustificada ha sido causa eficiente de la incoación de expedientes y procesos en nuestros juzgados, de los que no siempre han salido bien librados empleados de policía, fieles cumplidores de su deber, honrados ciudadanos con limpia ejecutoria dentro del orden social y de moralidad probada en el decurso de su vida; esa tolerancia es caudal de licenciosos escándalos en que meretrices escandalosas poseen nuestras calles y parques en coches abiertos, insultando a nuestras damas y profiriendo frases en que demuestran la impunidad de sus actos, como esta: “Menocal en Chaparra y Cleo en Holguín”, sin que haya quien ponga coto a tan sangriento apóstrofe, asqueroso salivazo a la sociedad.

El Jefe Local de Sanidad ha solicitado autorización al efecto para el señalamiento del perímetro para la zona de tolerancia y su voz se ha perdido en el vacío. Ha reiterado sus escritos y el mismo resultado.

El Jefe de la Guardia Rural se ha dirigido a las autoridades y a los llamados a refrenar el mal; han hecho oídos sordos de mercader.

Hay una disyuntiva: o se establece la zona de tolerancia con un inspector y servicio sanitario o se arrojan fuera de la ciudad esas mesalinas que tan triste espectáculo ofrecen.


El Liberal, miércoles 07.08.1912