EL ORIENTAL
PERIODICO LITERARIO, MERCANTIL, ECONOMICO Y DE NOTICIAS
HOLGUIN 21 de enero de 1863
Año 1. No. 51
Hace tiempo que con verdadera satisfacción y hasta nos atrevemos a decir con orgullo, advertimos una inteligencia, una armonía casi perfecta en los periódicos de la Isla. Las prevenciones del oficio van desarraigándose lentamente y las hermosas teorías del compañerismo y la buena amistad marchan acordes, avanzan y se sostienen en el estadio de la prensa, proclamando por sí solas la unión indisoluble y la regeneración intelectual.
Ya va ocupando el puesto de la asquerosa diatriba, la crítica altamente moral, grave, digna y reformada, y en las cuestiones que a cada paso se suscitan no se nota la ofensa personal ni el vil deseo de acabar con la honra, el prestigio y la fama de un individuo y hasta de una familia entera.
El periodismo cubano es ya hoy el periodismo del mundo civilizado, es la representación digna y cierta de las aspiraciones del pueblo ilustrado que representa, que defiende y enseña con páginas llenas de erudición y bondad. Vehículo de progreso avanza por todos los caminos, recorre las más ignotas y peligrosas sendas dejando enseñanzas útiles, como los carros que retornaban de los juegos romanos dejando en su trayecto las flores y las ramas de las coronas conquistadas en ellos. Eco de la opinión exacta llega hasta el último horizonte de una aldea europea y de una selva americana. Defensor de los derechos naturales al hombre sensato y virtuoso, va tronando a esos puntos mismos, con la voz de la verdad y el patriotismo, con la firmeza que inspira la convicción, con el orgullo que anima y vigoriza a las almas que están decididas a soportar el tormento de las preocupaciones y el martirio que glorifica.
Esa inteligencia, esa unión, esa fraternidad que reina en la prensa cubana no son todavía su apoteosis ciertamente; por ahora no es más que su honor y su gloria, porque comprendemos muy bien que antes del apoteosis hay muchos obstáculos que vencer, muchas costumbres que reformar, muchas virtudes que fortificar y algunas fracciones de pueblo que ilustrar todavía.
A veces y con verdadero dolor vemos que se abusa de ese gran poder de que dispone el periodista; a veces notamos que se enlazan cosas despreciables con un servilismo humillante y se olvida doctrinar a un talento naciente o a una virtud cívica que nada ha logrado corromper. Entonces nos acordamos que el apostolado del Divino Maestro no sería tan bello y tan sublime si en el grandioso poema de sus treinta y tres años no figuraran treinta monedas… entonces, sin embargo, quisiéramos definitivamente la muerte inmediata del colega imprudente que viene en mal hora a poner en evidencia la armonía y la sensatez del periodismo de Cuba y a interrumpir esa especie de telégrafo o corriente eléctrica que a todos nos habla, aproxima o advierte cuando se deba o no aislar el aparato de cada cual. Verdad que todos podemos y estamos obligados a hablar, más con arreglo a la razón, bajo la férula de la conciencia, llevando por guía el bien y el honor de la comunidad cuya opinión se trata de interpretar lo mejor posible. No hacerlo así es malear el principio de progreso material y moral, es rebajar la condición de las masas y destruir piedra a piedra el soberbio edificio que obreros más inteligentes, más discretos y más patriotas, levantan a la sabiduría y la felicidad humana.
Cuantos escribimos, cuantos redactamos un periódico, estamos en el deber de hacernos mártires, si es necesario, de las teorías que nos proponemos defender; pero aceptando el martirio con heroísmo, con firmeza y sin abatirnos en el doloroso trance. ¿Es débil nuestra alma? ¿no tenemos ideas propias? No escribamos, no redactemos periódicos, abracemos otra profesión, sigamos otro oficio que tanto puede valer, según el proceder que usemos. Un periódico no es el pasatiempo de uno, es la cruz que se ha de llevar al Calvario y con la cual también suele subirse al Paraíso prometido. Criticarlo todo sin fundamento es tan inútil a un pueblo como reírse de todo sin motivo verdadero.
El Evangelio diario del pueblo lo forman los periódicos: el que no lee, lo oye y al fin lo aprende y regenera insensiblemente. Si esos periódicos andan desacordes, vacíos de sentido y corrompiendo la moralidad, el pueblo siempre estará desunido, ignorante y vicioso. Por eso un periódico (que) dice con fundamento y exactitud es el barómetro de la opinión e ilustración de un pueblo. Estas verdades se han visto comprobadas más de una vez y fatalmente han sido la primera causa de la desgracia de muchos países que parecían destinados a obtener mejor suerte y gran representación entre los más afortunados y venturosos de ambos mundos.
Trabajemos, pues, con actividad y buena fe, seamos prudentes y no perdamos un tiempo precioso en fútiles polémicas ni en la redacción de ideas fútiles y frívolas. Los hombres de voluntad cuando creen que han cumplido con su misión, hallan su mejor recompensa en su misma conciencia, Dios de los hombres honrados, según un célebre escritor.
Cuidemos no destruir esa unión que la unión es la esperanza: aprendamos a estudiar y a conocer la índole de nuestros periódicos y a fomentar más y más la buena inteligencia, a comprendernos en un artículo como en un simple
(No concluye)
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