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lunes, 18 de julio de 2016

Venegas en acción. Tentativa de lynchamiento (Sic)



A las tres y media de la tarde del domingo, en momento en que se encontraba solo en la Imprenta de La Opinión el regente de la misma, Sr. Julio Albanés y Peña, se presentó un hombre de aspecto repulsivo, vestido con abandono, armado de un largo machete puesto a la cintura. Dirigiéndose a nuestro compañero le preguntó: ¿en esta imprenta escriben en papel azul?, y como el Sr. Albanés comprendió que se refería al semanario El Cayajabo, editado ese día en papel de color, le presentó por respuesta un número del periódico. Entonces el visitante, en forma agria y provocativa, gritó que tanto el Director Heredia como rodos los que escribían en ese papel eran unos sinvergüenzas, unos indignos, que ya pagarían todos lo que estaban haciendo y que se lo dijera a todos, que él los buscaba para arreglarles cuentas.

Entonces el regente le ordenó que saliera inmediatamente para la calle, cosa que no hizo sino pasado un momento después de repetir sus insultos y provocaciones.

Al salir de la imprenta se dirigió por la calle de Luz dando voces y llamando la atención de los vecinos. El Sr. Albanés no conocía personalmente al práctico del Ejército español Venegas, por lo que supuso que el hombre que había visitado la imprenta era algún borracho a quien alguien le había hecho creer que El Cayajabo se ocupó de su persona, pero como a las seis de la tarde salió de su error por los informes de muchísimas personas que le aseguraban que era el práctico Venegas, tristemente célebre en este Distrito.

Nuestro Director

A las siete de la noche y por aviso que le diera el General Pedro Vázquez, tuvo nuestro Director conocimiento de lo acaecido. Inmediatamente salió en busca del regente Sr. Albanés; a quien previno que denunciara el hecho al Sr. Alcalde Municipal.

Infinidad de personas se acercaron a nosotros a informarnos que desde el mediodía del domingo Venegas, en diversos sitios y lugares públicos se había expresado en términos inconvenientes y que en la Plaza San Isidoro había picado con su machete un ejemplar de El Cayajabo y que en la Plaza San José había anunciado su propósito de visitar esta imprenta, en la cual se edita dicho semanario.

Ante el Alcalde.

A las siete y media de la noche compareció el Sr. Julio Albanés ante el Sr. Alcalde Municipal a quien denunció lo ocurrido por la tarde. El Sr. Alcalde dispuso que la policía condujera al Venegas. Fue encontrado portando revólver, machete y un grueso bastón. Desarmado fue presentado al Alcalde. Pero Venegas, después de decir que se llamaba Manuel de la Cruz Aguilera, se negó a declarar, alegando que únicamente lo haría ante su Jefe americano por medio de un intérprete. El Sr. Alcalde suspendió el atestado y con oficio lo cursó al Juzgado de Instrucción, dejando a Venegas detenido en la Jefatura a disposición del Sr. Juez.

Venegas en la Plaza de Armas.

A las ocho y media de la noche se dijo que Venegas se paseaba con sus armas por la Plaza, donde tenía lugar la Retreta. Averiguando cuan cierto era por el General pedro Vázquez y nuestro Director, fueron informados por el Jefe de la Policía que el Sr. Juez había decretado la libertad del detenido y la devolución de sus armas.

El Teniente Paxtón.

Inmediatamente el General Vázquez y nuestro Director se dirigieron a la Plaza de Armas y llamado el Teniente Pastón le impusieron lo que desde la tarde venía aconteciendo, informándole también que públicamente Venegas decía que pertenecía al Ejército americano y que sus armas no podía quitárselas nadie. El Teniente Pastón con la cortesía de siempre, atendió a sus informantes y en correcto castellano contestó que Venegas no era empleado americano, que no podía portar armas y que lo condujeran a su presencia para determinar lo que procediera.

Agitación.

Todo lo que llevamos relatado produjo alguna excitación en el pueblo y en los paseos de la Plaza se formaron algunos grupos en los que se discutía con calor la conducta de Venegas, la providencia del Juez dejándolo en libertad y el atrevimiento del famoso ex guerrillero de presentarse armado en la Retreta.

Resistencia.

Cuando el práctico Venegas fue requerido para que compareciera ante el Teniente Pastón, aquel contestó con altanería que obedecería esa orden cuando lo tuviera por conveniente. Avisado el General Vázquez de la actitud de Venegas, personalmente se dirigió a su encuentro y le repitió la orden del Teniente Pastón. Lejos de someterse, Venegas le dijo al General Vázquez: “No me falte Usted el respeto”. Ya en ese instante grandes grupos rodeaban al General y a Venegas y muchísimos hombres se abalanzaron sobre este en actitud amenazadora. La Policía Municipal, el General Vázquez y varios oficiales y soldados del Ejército cubano que acompañaban a este impidieron a costa de grandes esfuerzos, que Venegas cayera en manos del pueblo, que en el colmo de la excitación ante la osadía del cubano práctico de las columnas españolas, gritaba: “Ahorcarlo, ahorcarlo”. Todo esto produjo gran pánico entre la muchedumbre de la Plaza de Armas, que era numerosa.

Ante Pastón.

Venciendo grandes dificultades pudo la policía conducir a Venegas ante el Teniente Pastón. Esto lo mandó enseguida para la Cárcel Pública, quedando las armas en poder de la Policía. En esos momentos se presentó el Alcalde Municipal a quien se puso al tanto de lo que sucedía. Cuando sacaron a Venegas del frente de La Periquera, rumbo a la Cárcel, una gritería infernal hendió los aires. Los “mueras” eran cada vez más repetidos y por dos veces llegamos a creer que había caído en manos del pueblo en el trayecto de Mercaderes a Concordia. Únicamente el aprecio y respeto que al pueblo inspira el Alcalde en funciones, primer Teniente Manuel trinidad Guillén, la simpatía de que disfruta la Policía Municipal y los consejos de apreciables vecinos, pudieron salvar a Venegas de una horrible muerte.

En la Cárcel.

A las nueve de la noche ingresó Manuel de la Cruz Aguilera, (a) Venegas, en la Cárcel Pública. A los pocos momentos ya los presos sabían quién era el recién llegado y con tal motivo se promovió gran alboroto en todas las galeras del Establecimiento, no siendo bastante a calmarlos la exhortación del Alcalde, que se vio obligado a encerrarlo en un calabozo. A las diez de la noche el Sr. Alcalde y nuestro Director visitaron la Cárcel, dejando a los presos calmados y dándoles la noticia que ya estaba en Gibara la comisión de la Audiencia que venía a aplicar el indulto.

Medida extraordinaria.

En la misma noche el Alcalde dio conocimiento de los hechos al Sr. Gobernador Militar y en el oficio proponía la medida de expulsar a Venegas del territorio del Distrito en bien de su seguridad personal y del orden público.

(Muchos son los que firmemente creen que Venegas ha obrado por impulsos de alguien que no aparece)

La Opinión, 06.02.1900

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