A
las tres y media de la tarde del domingo, en momento en que se encontraba solo
en la Imprenta
de La Opinión
el regente de la misma, Sr. Julio Albanés y Peña, se presentó un hombre de
aspecto repulsivo, vestido con abandono, armado de un largo machete puesto a la
cintura. Dirigiéndose a nuestro compañero le preguntó: ¿en esta imprenta
escriben en papel azul?, y como el Sr. Albanés comprendió que se refería al
semanario El Cayajabo, editado ese día en papel de color, le presentó por
respuesta un número del periódico. Entonces el visitante, en forma agria y
provocativa, gritó que tanto el Director Heredia como rodos los que escribían
en ese papel eran unos sinvergüenzas, unos indignos, que ya pagarían todos lo
que estaban haciendo y que se lo dijera a todos, que él los buscaba para
arreglarles cuentas.
Entonces
el regente le ordenó que saliera inmediatamente para la calle, cosa que no hizo
sino pasado un momento después de repetir sus insultos y provocaciones.
Al
salir de la imprenta se dirigió por la calle de Luz dando voces y llamando la
atención de los vecinos. El Sr. Albanés no conocía personalmente al práctico
del Ejército español Venegas, por lo que supuso que el hombre que había
visitado la imprenta era algún borracho a quien alguien le había hecho creer
que El Cayajabo se ocupó de su persona, pero como a las seis de la tarde salió
de su error por los informes de muchísimas personas que le aseguraban que era
el práctico Venegas, tristemente célebre en este Distrito.
Nuestro
Director
A
las siete de la noche y por aviso que le diera el General Pedro Vázquez, tuvo
nuestro Director conocimiento de lo acaecido. Inmediatamente salió en busca del
regente Sr. Albanés; a quien previno que denunciara el hecho al Sr. Alcalde
Municipal.
Infinidad
de personas se acercaron a nosotros a informarnos que desde el mediodía del
domingo Venegas, en diversos sitios y lugares públicos se había expresado en
términos inconvenientes y que en la Plaza
San Isidoro había picado con su machete un ejemplar de El
Cayajabo y que en la Plaza San
José había anunciado su propósito de visitar esta imprenta, en la cual se edita
dicho semanario.
Ante
el Alcalde.
A
las siete y media de la noche compareció el Sr. Julio Albanés ante el Sr.
Alcalde Municipal a quien denunció lo ocurrido por la tarde. El Sr. Alcalde
dispuso que la policía condujera al Venegas. Fue encontrado portando revólver,
machete y un grueso bastón. Desarmado fue presentado al Alcalde. Pero Venegas,
después de decir que se llamaba Manuel de la Cruz Aguilera, se negó a
declarar, alegando que únicamente lo haría ante su Jefe americano por medio de
un intérprete. El Sr. Alcalde suspendió el atestado y con oficio lo cursó al
Juzgado de Instrucción, dejando a Venegas detenido en la Jefatura a disposición
del Sr. Juez.
Venegas
en la Plaza de
Armas.
A
las ocho y media de la noche se dijo que Venegas se paseaba con sus armas por la Plaza, donde tenía lugar la Retreta. Averiguando
cuan cierto era por el General pedro Vázquez y nuestro Director, fueron
informados por el Jefe de la
Policía que el Sr. Juez había decretado la libertad del
detenido y la devolución de sus armas.
El
Teniente Paxtón.
Inmediatamente
el General Vázquez y nuestro Director se dirigieron a la Plaza de Armas y llamado el
Teniente Pastón le impusieron lo que desde la tarde venía aconteciendo,
informándole también que públicamente Venegas decía que pertenecía al Ejército
americano y que sus armas no podía quitárselas nadie. El Teniente Pastón con la
cortesía de siempre, atendió a sus informantes y en correcto castellano
contestó que Venegas no era empleado americano, que no podía portar armas y que
lo condujeran a su presencia para determinar lo que procediera.
Agitación.
Todo
lo que llevamos relatado produjo alguna excitación en el pueblo y en los paseos
de la Plaza se
formaron algunos grupos en los que se discutía con calor la conducta de
Venegas, la providencia del Juez dejándolo en libertad y el atrevimiento del
famoso ex guerrillero de presentarse armado en la Retreta.
Resistencia.
Cuando
el práctico Venegas fue requerido para que compareciera ante el Teniente
Pastón, aquel contestó con altanería que obedecería esa orden cuando lo tuviera
por conveniente. Avisado el General Vázquez de la actitud de Venegas,
personalmente se dirigió a su encuentro y le repitió la orden del Teniente
Pastón. Lejos de someterse, Venegas le dijo al General Vázquez: “No me falte
Usted el respeto”. Ya en ese instante grandes grupos rodeaban al General y a
Venegas y muchísimos hombres se abalanzaron sobre este en actitud amenazadora. La Policía Municipal,
el General Vázquez y varios oficiales y soldados del Ejército cubano que
acompañaban a este impidieron a costa de grandes esfuerzos, que Venegas cayera
en manos del pueblo, que en el colmo de la excitación ante la osadía del cubano
práctico de las columnas españolas, gritaba: “Ahorcarlo, ahorcarlo”. Todo esto
produjo gran pánico entre la muchedumbre de la Plaza de Armas, que era numerosa.
Ante
Pastón.
Venciendo
grandes dificultades pudo la policía conducir a Venegas ante el Teniente
Pastón. Esto lo mandó enseguida para la Cárcel Pública, quedando las
armas en poder de la Policía. En
esos momentos se presentó el Alcalde Municipal a quien se puso al tanto de lo
que sucedía. Cuando sacaron a Venegas del frente de La Periquera, rumbo a la Cárcel, una gritería
infernal hendió los aires. Los “mueras” eran cada vez más repetidos y por dos
veces llegamos a creer que había caído en manos del pueblo en el trayecto de
Mercaderes a Concordia. Únicamente el aprecio y respeto que al pueblo inspira
el Alcalde en funciones, primer Teniente Manuel trinidad Guillén, la simpatía
de que disfruta la Policía Municipal
y los consejos de apreciables vecinos, pudieron salvar a Venegas de una
horrible muerte.
En la Cárcel.
A
las nueve de la noche ingresó Manuel de la Cruz Aguilera, (a) Venegas, en la Cárcel Pública. A los pocos
momentos ya los presos sabían quién era el recién llegado y con tal motivo se
promovió gran alboroto en todas las galeras del Establecimiento, no siendo
bastante a calmarlos la exhortación del Alcalde, que se vio obligado a
encerrarlo en un calabozo. A las diez de la noche el Sr. Alcalde y nuestro
Director visitaron la Cárcel,
dejando a los presos calmados y dándoles la noticia que ya estaba en Gibara la
comisión de la Audiencia
que venía a aplicar el indulto.
Medida
extraordinaria.
En
la misma noche el Alcalde dio conocimiento de los hechos al Sr. Gobernador
Militar y en el oficio proponía la medida de expulsar a Venegas del territorio
del Distrito en bien de su seguridad personal y del orden público.
(Muchos
son los que firmemente creen que Venegas ha obrado por impulsos de alguien que
no aparece)
La Opinión, 06.02.1900
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