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sábado, 1 de abril de 2023

Costumbres de la Cochinchina ¿Vietnam?

 

EL ORIENTAL

PERIODICO LITERARIO, MERCANTIL, ECONOMICO Y DE NOTICIAS
Holguín, 5 de junio de 1863
Año 2º. Núm. 4




Hoy que las banderas aliadas de Francia y España ondean en el territorio cochinchino, parécenos oportuno hablar de ese país, publicando al mismo tiempo un curioso tipo del joven indígena.

Hace un siglo los cochinchinos eran todavía un pueblo de piratas que degollaban a los infelices náufragos que iban a parar a sus costas. Desde esa época la presencia de los misioneros en el país y particularmente la del obispo Asirán (Sic.) y los oficiales franceses que llevó consigo en 1789, después del tratado en Versalles y que aseguró a la Francia la posesión de muchos puntos importantes en la parte meridional del Asia, modificaron esas costumbres bárbaras. Pero los sucesores del emperador Gya-Long, prescindiendo de la alianza, obligaron con sus vejámenes a los europeos a que se retiraran del imperio anamita; la sangre de muchos misioneros martirizados y los insultos hechos a Francia y España decidieron contra este país la expedición actual.

La fisonomía del imperio anamita, que cuenta veinte y cinco millones de habitantes, ofrece un tipo particular; no se debe juzgarla como han hecho algunos viajeros, por los naturales de las costas que tienen sangre malaya en las venas.

El color de la raza Conchinchina no es en general cobrizo como el de los malayos;  es menos oscuro que el de los siameses, y se asemeja mucho al de los chinos, de donde parece deriva. No son hombres hermosos, pero sí son muy vivos, de buen carácter, bien configurados, fuertes y buenos para el trabajo. Llevan sobre el labio superior un poco de barba. Las mujeres valen más que los hombres, son relativamente pequeñas, pero tienen mejor aire, su pelo es negro y muy largo. Algunas, las del Norte, son bastante blancas, porque el clima es muy templado; se parecen mucho a las europeas, y su rostro es agradable; tienen los brazos y las manos muy bien hechos y un pie muy pequeño. Son de carácter dulce y muy atractivas, y aunque pertenezcan a las altas clases y vivan en el farniente, la mayoría de ellas trabaja; a veces ganan tanto o más que los hombres. Mujeres y hombres fuman tabaco y tienen la costumbre de ennegrecerse la dentadura después de haber gastado su esmalte por un procedimiento que causa algunos dolores. No se concibe la hermosura sin este requisito; para lograr este adorno indispensable están siempre masticando una especie de hojas de (deteriorado), de cal viva y de agalla de area (área catechu), que produce una saliva roja purpurina (el buyo).

Las malayas, de quien han tomado esta costumbre, hacen más aún, se arrancan a veces los dientes incisivos, diciendo que como estos dientes de adelante son propios para morder, solo deben tenerlos los perros.

En todos los usos del extremo Oriente, este es uno de los más repugnantes; algunas conchinchinas se pintan también el rostro con colores como hacen las chinas de clase alta.

Está permitida la poligamia y el hombre tiene todas las mujeres que puede comprar, valen estas de 30 a 100 pesos. El hombre rico se casa a los 15 años si quiere, el del pueblo a los 30. Como este último está siempre en el servicio no atiende tanto a la hermosura de la mujer y a su delicadeza como a la fuerza y salud necesaria para las faenas útiles. El marido tiene derecho de castigar severamente a su mujer y abusa de su fuerza, pero en las condiciones elevadas las mujeres son castas y modestas.

(No concluye. Solo se tiene dos páginas del ejemplar)     

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