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martes, 28 de marzo de 2023

Laboriosidad Vs Vagancia

 

EL ORIENTAL

PERIODICO LITERARIO, MERCANTIL, ECONOMICO Y DE NOTICIAS
HOLGUIN 14 de enero de 1863
Año 1. No. 48


La economía política ha revelado al mundo importantísimas verdades que es un crimen que los hombres no las estudien y mucho más, que las olviden.

El valor del tiempo es más que el valor del oro, Dios adorado de muchos y que hace la desgracia de miles por la felicidad de unos cuantos. Cada hora representa un capital y según el modo que de ella se haga uso, así será el resultado que ofrezca.

Imposible es que los placeres por donde quiera ofrecen las sociedades constituidas, puedan disfrutarse, si no empleamos la mayoría del tiempo en el trabajo inagotable fuente de la riqueza pública y el único que se pone frente a frente de lo que se llama una fortuna adversa; porque con el trabajo no es posible que, cuando menos le falte al hombre lo más indispensable para la vida.

El hombre que no trabaja, el que todo lo mira por el prisma del descanso, es una carga de la sociedad y es mirado por todos como uno de esos animales venenosos que llevan preparada la ponzoña para herir lo que encuentran en el camino: se teme su presencia porque sin trabajar no se puede subsistir a menos que no apele constantemente a la amistad o que se lance, quizás sin preverlo, en el odioso sendero del crimen que paso a paso conduce a la infamia y que tiene por termino el presidio o el cadalso.

Algunos hay que envidian la vida del holgazán, y aun blasfeman diciendo que es el único que ha comprendido lo que es la vida y sabe aprovecharla disfrutando de sus placeres, sin sentir sus cargas; pero este es un funesto error que solo se comprende cuando se ve al holgazán llegar por sus pasos contados a ser considerado como una lepra de la sociedad, a quien todos temen, o al verle llevar el ignominioso traje del presidiario a que la ley lo condena para arrancarlo del crimen y traerlo de nuevo al sendero de virtud: si esto sucede, lo que es bastante raro; ¿con qué indemniza este hombre el tiempo perdido en la holganza y en la condena que ha sufrido? Con nada, y si entonces lee y estudia la economía política y comprende que cada hora que ha perdido es una parte del capital que debía hacer más tranquilos los días de su ancianidad, entonces pasa por su mente un pensamiento grande, moralizador, su conciencia le dice todo el mal que se ha hecho; pero ya es tarde: la juventud y su fuerza es un capital que el Omnipotente le concede al hombre; perdido este no hay dinero en el mundo con qué recuperarlo.

He aquí el poderoso motivo por qué todas las naciones cultas reprueban el comportamiento de los hombres ociosos y castigan la vagancia como un casi delito, porque es la puerta por donde generalmente se entra al sendero del crimen.

Desde la creación del mundo, Dios condenó al hombre al trabajo, y de generación en generación ha venido pasando esta ley que todos aceptan, porque sin el trabajo el hombre no es más que una carga de sus semejantes, que jamás podrá apreciar ni el valor ni el tiempo, ni los placeres que proporciona la recompensa que tiene la industria por pequeña que esta sea.

Antiguamente la industria se reputaba como vil y solo estaba destinada a los esclavos o personas de oscuro nacimiento; pero llegó un día en que la economía política demostró sus ventajas, y entonces fue aceptada, estimada y reverenciada por todos, declarando todas las naciones cultas que el trabajo ennoblecía y que la industria debía ser considerada como un gran beneficio para los pueblos: entonces principió el progreso de las artes y se vieron formarse capitales, solo debidos a la constancia en la industria a quien tanto debe el mundo.

En fin, llegó una época memorable en la historia en que para lograr un puesto distinguido en la sociedad era preciso no perder una hora, y es que ellos comprendían ese principio que hoy figura en primer término en algunas sociedades: ¡El tiempo es dinero!

Entre nosotros, hasta ahora pocos años, no era seguido con rigor este principio más que por algunos, pero hoy ya nos causa lástima ver que multitud de jóvenes de buena capacidad prefiriesen las diversiones al estudio, la holgazanería al trabajo, el quietismo a esa vida de movimiento que constituye la vida, y la miseria en lugar de la abundancia y los goces que proporciona una fortuna adquirida por el trabajo.

Hay afortunadamente (deteriorado) ya muy pocos los que prefieren la vida del holgazán a la del hombre laborioso, peor todavía no se sabe en la generalidad el valor del tiempo, tan notable que nos hace palpable que los años son un verdadero capital, y que todo el que sepa aprovecharlos podrá ser rico o cuando menos no sentir la miseria.

Si lo que importa en las sociedades bien organizadas es trabajar, trabajemos, y si no son suficientes nuestros ramos de industria, busquemos medios para ampliarlos, que no faltan y tiene la isla de Cuba millares de ellas que están por explotar y que pueden enriquecer a muchos, industrias de las cuales se ha ocupado nuestra pluma en este periódico y en otros de la capital y las que volveremos a tomar por tema para ver si hay quien las explote, que es lo más importante de nuestra misión para con el público; pero antes que todo, estudiad la economía política que ella nos probará con buenos argumentos que cada hora de la vida es una parte del capital que debe formar el hombre para esperar, tranquilo, la ancianidad en que le falten las fuerzas y en que no teniendo medios de subsistencia, somos una carga que solo es dulce para los buenos hijos, pero de cuya posición se debe huir aprovechando la fuerza de la juventud.

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