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martes, 11 de abril de 2023

La niñez necesita un cuidado exquisito


EL ORIENTAL

PERIODICO LITERARIO, MERCANTIL, ECONOMICO Y DE NOTICIAS
HOLGUIN, 28 de Agosto de 1863. Viernes.
Año 2do. Núm. 40


La niñez necesita un cuidado exquisito: cual un tierno arbolillo expuesto a la furia de mil vientos encontrados, requiere que se le atienda constantemente para que pueda crecer derecho y fuerte contra los embates que le esperan en lo sucesivo, así ella exige todas las atenciones para aprender y sobrellevar el cúmulo de miserias y penalidades que de la cuna hasta la tumba rodean al hombre perennemente.

Por eso la educación de la mujer es tan importante, puesto que ella es hasta ierta edad, por lo menos, la única y verdadera mentora de sus hijos, y como tal la que puede conducirles por una senda recta o extraviada. Pero en los países como el nuestro en que por más pena que nos cause decirlo, la educación del bello sexo ha permanecido  hasta hace poco bastante limitada, deber de la prensa periódica es llamar la atención hacia los niños para que se procure que estos no se desvíen nunca del camino de la virtud y del trabajo. El trabajo, sí, que con razón está considerado por la sociedad moderna como la palanca de la humana felicidad, que cual otro Dios se levanta sobre las preocupaciones y las confunde, y a cuyo fomento debemos dirigir todos nuestros esfuerzos los que sentimos arder en el pecho la pura llama del entusiasmo y patriotismo.

¿Qué pueden aprender los chiquillos de todos colores y tamaños, cuya existencia es la de vagar por las calles profiriendo expresiones que lastiman la moralidad y decoro público, tirando piedras y ejecutando otras acciones descompuestas e indecentes; que no van jamás al aula porque sus padres o encargados no quieren apurarles, o prefieren que no aprendan los más sencillos rudimentos de lectura y escritura por tal de utilizarse de sus servicios, que más tarde tendrán que librar por sí mismos su subsistencia, si no se les ha enseñado, si no cuentan con principios algunos para ello ¿Qué pueden aprender sino a fulleros, tramposos, holgazanes, embusteros, &?

Con tales antecedentes nada tiene de extraño la miseria y (deteriorado) nada el mal cumplimiento en los contratos, nada los desórdenes y nada, por último, que las listas de la criminalidad se vean tan favorecidas. Y esto no es fruto de una acalorada fantasía: en la educación, como es sabido y como se ha dicho repetidas veces, está el origen de todos los bienes y males; en la educación, se entiende, de buenos consejos y buenos ejemplos: el que en su cuna fue mecido con unos y otros, el que creció bajo su protectora sombra, podrá descarriarse, pero no haya temor, que más luego volverá sobre sí para tomar, lleno de nueva fe y ardor, el método de vida de que nunca quisiera haberse separado.

Si los buenos consejos y ejemplos son el todo de la educación porque abogamos, prodíguense insensatamente en beneficio de estas tiernas criaturas que han de componer la generación que debe sucedernos; no se les pierda un momento de vista, enséñeseles a amar el trabajo y a practicar las virtudes recomendadas por el Supremo Hacedor para la tranquilidad y ventura social. ¡Es tan fácil ser bueno, honrado y laborioso! ¡Son tantas las satisfacciones y ventajas que ello nos reporta! El camino que conduce a ese fin es algo áspero en su entrada, más desprovisto a poco de peligros y tropiezos, al contrario de la senda del mal que halagadora y hermosa en su principio, tiene por término una honda cima en que solo se albergan aflicciones y pesares.

Como hemos dicho antes, aplíquese a los niños al trabajo sin reparar la profesión. Todas ellas son nobles, y todas tienen por conclusión asegurar al hombre la subsistencia y la estimación de aquellos entre quienes pasa su mísero existir. Todo trabajo es productivo y, además, el individuo que sabe un arte u oficio no es extraño en ningún país a donde la suerte lo llevare. Todos le reciben con los brazos abiertos, rindiendo de este modo culto a la Diosa Industria, que no conoce nacionalidades ni repara en jerarquías.

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