LA LUZ
PERIODICO LITERARIO, CIENTIFICO, ECONOMICO Y DE NOTICIAS
HOLGUIN, 20 de Julio de 1862. Domingo
Año 1. No. 16
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Dios al formar al hombre y darle alma, dotó a este de facultades aspirativas, pero a estas mismas facultades les puso el coto de la razón.
El hombre se crea necesidades en el estado de civilización; pero si las concibe, si goza con ese nuevo compromiso que contrae y que la sociedad sanciona, es porque se considera capaz de satisfacérselas. Pero el egoísmo, el interés mal dirigido, porque no consultó la razón, extravían la admirable inteligencia humana y unos por el afán de allegar riquezas y otros por aspirar a inmortalizar sus nombres, no solo hacen sacrificios, sino que desgraciadamente les parecen buenos todos los medios para la consecución de sus proyectos.
Sin embargo si los contrastes no existieran, si junto a lo bueno no viéramos lo malo, si la virtud no tuviera por opositor al vicio, si la prudencia no tuviera frente por frente a la irascibilidad, no sabríamos apreciar el valor de lo primero desconociendo lo repugnante de lo segundo.
Así pues, como admiramos a Josué, salvando con su grandeza de ánimo al pueblo de Dios y estableciéndolo en tierra de Canaan, del mismo modo y comparando los hechos, nos repugna e indigna la matanza de Antíoco en ochocientos mil israelitas. ¿Quién desconoce, aunque sea por tradición, la fama del perverso Nerón, que sentenció a muerte a su madre y hermanos, que hizo poner en desgracia a los cristianos? Pero en contraposición, allí están en la misma Roma de la historia moderna, Diocleciano y Constantino, protectores de la santa religión del Cristo. Junto a la crapulosa vida de Mesalina están las virtudes de Artemisa. Al lado del modesto Séneca vemos al loco Erostrato que incendió en Efeso el famoso templo de Diana, reputado por una maravilla.
En suma, la naturaleza toda, en el orden físico y moral, en el conjunto y en sus partes, de la contraposición de los objetos y de las ideas, deducimos lo bueno de lo malo; así lo estableció ese Ser Supremo e infinito en su ilimitada previsión, y en su excelsa sabiduría también quiso, habiendo podido evitarlo, oponerse un contradictor en el ángel malo llamado Luzbel, para que pensando los hombres en la balanza de la razón y contemplando a la luz del raciocinio los efectos de las sugestiones de Luzbel, con el resultado de la práctica de los preceptos divinos, pudieran adorarlo sin conocerlo, amarlo sin verlo y esperarlo todo del que con un madero a cuestas en el que después fue clavado, redimió a la humanidad de la ignorancia del pecado y de la esclavitud de las pasiones.
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