Toda
persona que tenga antecedente de lo que ha motivado la visita del Sr. Rasco a
esta ciudad, ha de convenir en que viene defendiendo una mala causa, mucho más
si se tiene en cuenta su cultura y su naturaleza de cubano.
(…)
poco honor hace a un cubano de conocimientos e ilustración aceptar la plaza de
inspector especial de instrucción pública, cuando esa inspección tiene que ovedecer
(Sic) a la consigna de hacer economías con perjuicio de la educación de
millares de niños que representan nada menos que el porvenir de la asolada
patria.
(…)
Pena nos da hacer estos nuevos cargos al Sr. Rasco, pero si él se coloca su
mano derecha sobre el corazón y fija la mirada en la azulada bóveda donde la
fijó la vez primera, no podrá menos que exclamar: toda economía que se haga en
el importante ramo de Instrucción Pública, puede muy bien calificarse como un
delito de lesa patria.
Ayer
oímos expresarse al Sr. Rasco en la
Casa del Pueblo y en presencia del Alcalde interino Sr.
Manuel Trinidad Guillén, del inspector americano Mr. Hanna y de los señores
Pedro Vázquez, Leornardo Betancourt, Francisco Rodríguez, Federico Pittaluga y
de otras personas, y solo oímos de él el deseo de defender una sin razón pues
que, volviendo por sus fueros se mantuvo firme sosteniendo que en Holguín
sobraban escuelas y personal para las mismas y sosteniendo también que cada
plantel debe tener matriculados 60 con un promedio de asistencia diario de 50
alumnos, todos educados por un solo profesor y que ambas cosas no permiten discusión
posible por estar probado: lo primero con el censo y lo segundo porque no deja
lugar a dudas que ningún profesor puede educar ese número de alumnos, como se
lo hizo notal el Sr. Pedro Vázquez.
Ahora
bien: si el gobierno ha enviado al Sr. Rasco a rebajar el presupuesto de gastos
y no a resolver el importante problema de que todos los niños orientales
aprendan a leer y a escribir, entonces dígalo el representante del Gobierno
americano, pero dígalo en buen castellano y no pretenda obscureceros (Sic) la
luz meridiana que es la luz que debe iluminarnos por igual a los hijos de la Perla de las Antillas.
El Eco de Holguín, 27.10.1900
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