Un
hecho importante de la política cubana ha sido la formación del Partido Unión
Democrática, compuesto por los últimos restos del Partido Autonomista y por
valiosos elementos revolucionarios, aunque estos en corto número. Consideramos
importante el hecho por el regreso a la vida pública de los hombres que tanta
influencia ejercieron en ella desde la terminación de la primera guerra a la
terminación de la última; pero nos parece desgraciado el punto de vista
americano en que se ha colocado este partido, considerando el Tratado de París
como el fundamento que debe tener nuestra política, cuyo punto de partida
natural y para nosotros los cubanos ha sido y debe ser siempre nuestra
revolución por la independencia.
(…)
el nuevo partido invierte en su programa los términos de nuestras aspiraciones,
colocando como fin de esta el establecimiento de la República, que es
precisamente el fin inmediato para organizar solidamente dentro de ella las
bases de nuestra Independencia. En la situación actual de Cuba esa postergación
de la República
equivale casi a consagrar la Intervención
Americana por tiempo ilimitado, aun después de habernos
alarmado todos tantas veces con el peligro de prolongarla y a pesar de haberse
hecho notorio que los cubanos nos hubiéramos gobernado mejor que como nos
gobernó Mr. Brooke, como nos gobierna Mr. Word y como nos gobernaría cualquier
otro general o político americano. Con la cantaleta todos ellos de que los
cubanos no somos aptos todavía para el gobierno propio, han gobernado hasta
aquí sin orden no concierto alguno bajo la dirección exclusiva de cubanos de
escasa competencia, casi siempre favoritos suyos.
Urge
por esto poner fin inmediato a la intervención americana en nuestra gobernación
y administración interiores, aun cuando conservaran la militar algún tiempo
más. Como la Unión Democrática
no da muestras de esta aspiración y parece más bien inspirada en la
conveniencia de conservar el estado actual de las cosas para formar dentro de
él, con lentitud, una República templada al gusto del Gobierno Interventor y de
sus predilectos en la política cubana, los que hemos sostenido el programa de la Revolución no podemos
aceptar el de ese partido que de esa manera desvirtúa las más esenciales y
legítimas de sus aspiraciones: la terminación del predominio extranjero sobre la Isla y la constitución de la República cubana por los
cubanos y para los cubanos.
La Opinión, 25.04.1900
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