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lunes, 18 de julio de 2016

Partido Unión Democrática



Un hecho importante de la política cubana ha sido la formación del Partido Unión Democrática, compuesto por los últimos restos del Partido Autonomista y por valiosos elementos revolucionarios, aunque estos en corto número. Consideramos importante el hecho por el regreso a la vida pública de los hombres que tanta influencia ejercieron en ella desde la terminación de la primera guerra a la terminación de la última; pero nos parece desgraciado el punto de vista americano en que se ha colocado este partido, considerando el Tratado de París como el fundamento que debe tener nuestra política, cuyo punto de partida natural y para nosotros los cubanos ha sido y debe ser siempre nuestra revolución por la independencia.

(…) el nuevo partido invierte en su programa los términos de nuestras aspiraciones, colocando como fin de esta el establecimiento de la República, que es precisamente el fin inmediato para organizar solidamente dentro de ella las bases de nuestra Independencia. En la situación actual de Cuba esa postergación de la República equivale casi a consagrar la Intervención Americana por tiempo ilimitado, aun después de habernos alarmado todos tantas veces con el peligro de prolongarla y a pesar de haberse hecho notorio que los cubanos nos hubiéramos gobernado mejor que como nos gobernó Mr. Brooke, como nos gobierna Mr. Word y como nos gobernaría cualquier otro general o político americano. Con la cantaleta todos ellos de que los cubanos no somos aptos todavía para el gobierno propio, han gobernado hasta aquí sin orden no concierto alguno bajo la dirección exclusiva de cubanos de escasa competencia, casi siempre favoritos suyos.

Urge por esto poner fin inmediato a la intervención americana en nuestra gobernación y administración interiores, aun cuando conservaran la militar algún tiempo más. Como la Unión Democrática no da muestras de esta aspiración y parece más bien inspirada en la conveniencia de conservar el estado actual de las cosas para formar dentro de él, con lentitud, una República templada al gusto del Gobierno Interventor y de sus predilectos en la política cubana, los que hemos sostenido el programa de la Revolución no podemos aceptar el de ese partido que de esa manera desvirtúa las más esenciales y legítimas de sus aspiraciones: la terminación del predominio extranjero sobre la Isla y la constitución de la República cubana por los cubanos y para los cubanos.

La Opinión, 25.04.1900

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