Llegada de
los maestros.
A las doce
del día Primero se dejó ver frente a la Perla del Norte la gallarda nave que conduce a
los maestros de Oriente. Eran las dos de la tarde cuando la lancha de vapor Mc
Pherson atracaba en el muelle y desembarcan los primeros expedicionarios, que
son bien recibidos por sus amigos y compatriotas. Continúa el desembarco hasta
las tres, hora en que llegan los últimos de estas jurisdicciones.
Con el Sr.
Franquiz.
Vistos los
deseos de los maestros de esta ciudad de que se les pusiese un tren expreso, a
las cinco de la tarde una comisión compuesta por los señores Carlos Martí,
Alfredo Santiesteban, Eduardo García y nuestro Director (Heliodoro Luque) se
dirigieron a las oficinas del ferrocarril, entrevistándose con el galante administrador
del mismo, señor Franquiz, a quien manifestaron el deseo de los maestros
viajeros. El precitado caballero contestó que para él era de mucho gusto y
desde luego ponía a nuestra disposición el tren a la hora que eligiéramos,
dejando en libertad a todos los viajeros para que cada uno tomara el billete
que tuviera conveniente y que todos los equipajes serían transportados
gratuitamente.
Longoria y
Cía.
Terminada
la entrevista con el señor Franquiz se dirigió la citada comisión a la
respetable casa de los señores Longoria y Cía, manifestando al gerente de la
misma, señor Maximino, que en vista del poco tiempo que quedaba para la
conducción de los equipajes al ferrocarril, esperaban de su reconocida
amabilidad y se sirviera disponer que los carros del tranvía le prestaran tan
señalado servicio. Dicho señor Longoria dijo que en el acto lo haría y que
tenía mucho gusto en hacer aquel servicio en honor de los maestros, sin
interesar retribución alguna, por lo cual le dimos las gracias.
Al tren.
Desde las
cuatro y media la estación se encontraba ocupada por los excursionistas y
personas que acudieron a despedirlos. A las cinco y treinta minutos el tren
emprendió la marcha a la vez que el numeroso público le daba vítores.
En Holguín.
Un
suplemento de EL ECO había hecho saber a este pueblo querido que los educadores
de nuestros hijos regresaban a sus hogares. Debido a esta noticia halagadora
una ola humana desbordada por el entusiasmo delirante, ocupaba la estación del
ferrocarril y sus cercanías. A las siete de la noche el monstruo de hierro dejó
oír sus ecos por todo el valle y la renombrada orquesta del señor Avilés entonó
el patriótico Himno Nacional a coro con los atronadores vivas a Cuba Libre y a
los Maestros Cubanos. No es posible describir las escenas que se sucedieron en
la estación, donde se encontraban más de tres mil personas, unidos todos por un
sentimiento: el de admiración a nuestros hermanos que regresaban satisfechos de
tantos y tantos hagasajos (Sic) que le dispensaron los habitantes de la gran
república vecina.
La
manifestación.
Momentos
después de la llegada del tren se puso en marcha la gran manifestación con la
música a la cabeza, siguiendo por la calle Libertad hasta la plaza Calixto
García, donde se disolvió.
El Padre
Mesnier.
Este
respetable cuanto popular sacerdote católico, tan querido en esta ciudad, venía
entre los maestros y al desembarcar en Gibara dijo: “A las once de la noche
tenemos que salir para Santiago de Cuba; más no por eso dejaré de ir un momento
a aspirar las brisas de aquel pueblo del Marañón, tan querido para mi. Si así
no lo hiciera faltaría a un deber de gratitud”. Y así lo hizo el referido amigo
y al llegar a la estación de esta ciudad fue estrechado en los brazos de
tantísimos amigos con que cuenta entre nosotros. Momentos más tarde regresó a
Gibara con el disgusto de no haber visitado la ciudad y correspondido a las
personas que ofrecieron obsequiarle.
El Eco de Holguín. 05.09.1900
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