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viernes, 22 de julio de 2016

Llegada de los maestros que fueron a Boston



Llegada de los maestros.

A las doce del día Primero se dejó ver frente a la Perla del Norte la gallarda nave que conduce a los maestros de Oriente. Eran las dos de la tarde cuando la lancha de vapor Mc Pherson atracaba en el muelle y desembarcan los primeros expedicionarios, que son bien recibidos por sus amigos y compatriotas. Continúa el desembarco hasta las tres, hora en que llegan los últimos de estas jurisdicciones.

Con el Sr. Franquiz.

Vistos los deseos de los maestros de esta ciudad de que se les pusiese un tren expreso, a las cinco de la tarde una comisión compuesta por los señores Carlos Martí, Alfredo Santiesteban, Eduardo García y nuestro Director (Heliodoro Luque) se dirigieron a las oficinas del ferrocarril, entrevistándose con el galante administrador del mismo, señor Franquiz, a quien manifestaron el deseo de los maestros viajeros. El precitado caballero contestó que para él era de mucho gusto y desde luego ponía a nuestra disposición el tren a la hora que eligiéramos, dejando en libertad a todos los viajeros para que cada uno tomara el billete que tuviera conveniente y que todos los equipajes serían transportados gratuitamente.

Longoria y Cía.

Terminada la entrevista con el señor Franquiz se dirigió la citada comisión a la respetable casa de los señores Longoria y Cía, manifestando al gerente de la misma, señor Maximino, que en vista del poco tiempo que quedaba para la conducción de los equipajes al ferrocarril, esperaban de su reconocida amabilidad y se sirviera disponer que los carros del tranvía le prestaran tan señalado servicio. Dicho señor Longoria dijo que en el acto lo haría y que tenía mucho gusto en hacer aquel servicio en honor de los maestros, sin interesar retribución alguna, por lo cual le dimos las gracias.

Al tren.

Desde las cuatro y media la estación se encontraba ocupada por los excursionistas y personas que acudieron a despedirlos. A las cinco y treinta minutos el tren emprendió la marcha a la vez que el numeroso público le daba vítores.

En Holguín.

Un suplemento de EL ECO había hecho saber a este pueblo querido que los educadores de nuestros hijos regresaban a sus hogares. Debido a esta noticia halagadora una ola humana desbordada por el entusiasmo delirante, ocupaba la estación del ferrocarril y sus cercanías. A las siete de la noche el monstruo de hierro dejó oír sus ecos por todo el valle y la renombrada orquesta del señor Avilés entonó el patriótico Himno Nacional a coro con los atronadores vivas a Cuba Libre y a los Maestros Cubanos. No es posible describir las escenas que se sucedieron en la estación, donde se encontraban más de tres mil personas, unidos todos por un sentimiento: el de admiración a nuestros hermanos que regresaban satisfechos de tantos y tantos hagasajos (Sic) que le dispensaron los habitantes de la gran república vecina.

La manifestación.

Momentos después de la llegada del tren se puso en marcha la gran manifestación con la música a la cabeza, siguiendo por la calle Libertad hasta la plaza Calixto García, donde se disolvió.

El Padre Mesnier.

Este respetable cuanto popular sacerdote católico, tan querido en esta ciudad, venía entre los maestros y al desembarcar en Gibara dijo: “A las once de la noche tenemos que salir para Santiago de Cuba; más no por eso dejaré de ir un momento a aspirar las brisas de aquel pueblo del Marañón, tan querido para mi. Si así no lo hiciera faltaría a un deber de gratitud”. Y así lo hizo el referido amigo y al llegar a la estación de esta ciudad fue estrechado en los brazos de tantísimos amigos con que cuenta entre nosotros. Momentos más tarde regresó a Gibara con el disgusto de no haber visitado la ciudad y correspondido a las personas que ofrecieron obsequiarle. 

El Eco de Holguín. 05.09.1900

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