Un tema se
encuentra donde menos se busca: en el campo, en las flores, en las cristalinas
aguas de un arroyuelo, ¡Oh!. El Marañón cuyas riberas permanecen todo el año
cubiertas de un rico verdor, donde el tocoloro (Sic), el sinsonte y mil
pajarillos indígenas entonan harmonioso (Sic) canto, saludando la risueña
aurora. ¡Ah el Marañón!, preciosa cinta de plata, destinada por la naturaleza
para ofrecer mayores encantos al anchuroso valle que sirve de asiento a la
linda y bien trazada ciudad de San Isidoro de Holguín, donde se retrata un
cielo sereno y apacible, donde las frescas brisas forman caprichosos rizos.
¿Qué te
falta? ¿Inspirados bardos que canten tu linfa, tus dulces murmuríos? No;
necesito una cosa, solo una, un puente que recuerde a las generaciones
venideras los buenos deseos que hacia este pueblo animaban al digno gobernante
americano, Mr Moore, que tan acertadamente dispuso la construcción del que hoy
ostenta el Jigüe; un puente, que es el único que falta para que el pasajero que
visite nuestra ciudad transite libremente en todas direcciones, sin que en
épocas de lluvia le detengan las embravecidas ondas… ¡Oh, Marañón!, manso
arroyuelo, tus aguas engendran amor hacia tu pueblo histórico y por eso el
extranjero que tiene la dicha de probarlas se siente satisfecho. Asó lo han
demostrado los muchos que se han ausentado a sus nativos lares y a ellos han
regresado después de vivir en tus riveras. Así lo ha declarado el ya citado Mr.
Moore, que es amigo de nuestro progreso y lo demostrará una vez más disponiendo
se realice la construcción del puente que aludimos.
Seguros de
ello le anticipamos nuestro aplauso.
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