Hay que
convenir en que la necesidad exige y la moral impone que los habitantes de este
país vayamos pensando en la manera de dar trabajo a la mujer, hoy ocupada tan
solo en quehaceres domésticos. Decimos trabajo honrado y provechoso en los
talleres, en los comercios, donde quiera que ese ángel del hogar pueda
emplearse y ganar la subsistencia, así para ella como para sus padres o para
sus hijos. ¡Cuántas escenas tristes estamos presenciando un día y otro día! La
mayor parte de ellas tienen por origen la miseria, el hambre pavorosa que
invade los hogares y convulsiona los cerebros menos resistentes. Todo esto se
evitaría dándole trabajo a la mujer, primeramente porque ganando lo suficiente
para vivir sería difícil que se lanzara al inmundo lodazal del vicio. Y
segundo, porque ocupadas en los trabajos de taller nadie vendría a molestarlas…
No hace
mucho que nuestro amigo y compañero el señor Pedro Agustín Cárdenas, director
de La realidad de Gibara, nos hablaba y nos daba a conocer las ventajas que
reportaría a nuestros pueblos la implantación de talleres de tejido del rico
yarey de nuestras sabanas, para darle ocupación a tantas, santísimas señoras,
señoritas y niñas pobres que desean encontrar trabajo.
Hace
algunos años que nuestro querido amigo el señor Manuel da Silva inició en estas
jurisdicciones las provechosas escogidas de tabaco, donde tantas señoras
libraban la sustancia de sus hijos, ¿por qué abandonar la senda que nos trazó
ese benefactor a que tanto debe el progreso de Gibara y su Jurisdicción, pues
que el señor Silva en todos los tiempos ha dado trabajo a centenares de
familias?
El Eco de Holguín, 29.09.1900
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